Se me ocurrió pensar en este lugar cuyo aire yo ya sabía respirar, entonces me puse a buscar sus coordenadas, de eso hace ya mucho tiempo. No se encontraba lejos, como casi todo en nuestro planeta, es la distancia del pensamiento la que, a veces, se hace mayor que la del propio trecho físico. Pero la cuestión, la verdadera cuestión, era que yo nunca estuve allí, como en tantos y tantos otros lugares.
La tela de araña que teje este mundo, nos permite llegar a cualquier lugar existente e inexistente para que intentemos vivir la aventura de sentir otra brisa en el rostro dormido o radiante de sorpresa.
Creo que nací con Bariloche dibujado en el mapa de mi corazón y de mi memoria. Incomprensiblemete, sin explicación posible, me salté la rueda de historiales y formularios para concluir que nací con Bariloche añadido al último cabo de mis propios genes y de mi propia esperanza, como si en el último momento la esencia de este lugar hubiera saltado al tren de mi vida con el cometido de decirme algo, de mostrarme algo, de guiarme por los lares sin luz para enfilar esta línea recta que me une con su alma de ciudad...
No sé porqué, ni tampoco es necesario averiguarlo ahora, pero tendré que reservar un vuelo , un tiempo de mi tiempo, para viajar a este mundo viejo y nuevo que me anda esperando desde hace tanto.
Ya les contaré a mi regreso.