domingo, 16 de diciembre de 2018

TE IMAGINO

Imagino el color de tu voz al cantar; siempre amable en mí, con su tono de seda deteniendo el tiempo y la respiración de un público entregado, dando luz con tu repertorio a tanto café-leyenda de la Avenida Broadway.

Te imagino, tan alejada del reproche, siendo realmente tú; tú misma, inmersa en esa genialidad que siempre brotó de ti con su torrente de naturalidad, haciendo de Manhattan un lugar más habitable, una isla algo más respirable y afable.... y pienso en nosotros y en lo distinta que habría sido nuestra vida si tu canto precioso no hubiese deslumbrado aquella noche a tantas personas interesadas, con oídos sin alma, que al instante te hicieron reina para regalarte promesas y ofertas deslumbrantes en la virtualidad mentirosa de esta vida... de esta vida; la misma que ha perdido para mí un poco de su lindo sentido por tu larga ausencia... pero que me ha ido obsequiando cada día con un inexplicable afecto y agradecimiento. 

Imagino lo que aún nos quedaría por emprender juntos: vivir sin tiempo, transformando nuestros tropiezos en una alegre danza al viento, sin alertas programadas que nos dejasen al descubierto las ganas de vivir en este sinvivir continuo y egoísta que día a día me esfuerzo por ir borrando de la pizarra de mi vida.

Te imagino feliz, respirando el aire y el encanto de tus poemas dorados e inéditos.


FrAn MELguizo

sábado, 15 de diciembre de 2018

HABIA EN SU VOZ

Había en su voz un discreto acento con aroma newyorquino, y algo de distanciamiento inalcanzable hecho realidad por ese transcurrir de la existencia que nos acaba convirtiendo en seres ajenos a nuestras propias virtudes y en trovadores de nuestras vivencias y pensamientos.

Yo la observaba desde uno de aquellos asientos de piedra en la primera fila del Gran Teatro Romano, embelesado con sus palabras, enredado en el reflejo que la luna llena proyectaba en su cabello y sobre aquel vaso de agua que se alzaba sobre su púlpito de conferenciante comprometida.

No esperaba que me reconociese, pero noté en su mirada un detenerse más y más en la mía. Fue entonces, en cierto momento de calma y sonrisa en su discurso, cuando exhaló un susurro, y aquel aliento suyo hecho palabra pronto me llegó  con la misma fuerza de una sinfonía: Te Quiero.


                                                                                                
ESCUCHÉ
(Cuando el pensamiento precede a la realidad es fácil estar equivocados)
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Miré tu rostro, pude acariciarlo con mis ojos, observé tu gesto arañado por el abandono, rasgado; más por la impiedad que por todas tus ausencias, acerqué mi oído al corazón de tu silencio ......... y escuché el Universo.

CIRCO ROMANO

Si me preguntasen qué sentí al caminar por la tierra seca, tan calcinada por el tiempo, tan estéril, tan rota por los siglos y por los mantos de escarcha y de olvido. Si me interpelaras para conocer cuál fue mi suerte en aquel viaje al futuro -más que a nuestro pasado- tan lleno de piedras de granito, esculpidas con avanzado saber hace miles de años para darle vida a una idea y a una forma de vivir....
Si comprendieses mi silencio, mi sorprendimiento y mi respeto ante tanto descubrimiento. Si caminases como yo; recorriendo palmo a palmo cada metro del Cosmos, convertido aquí en espacio terrenal y abarcable, para ver correr a caballo y hombre como a uno solo, como uno mismo.....
Entonces, sería yo quien no sabría decirte si todo esto que siento es un sueño que nunca existió, o si es mi única certeza.
Quiero creer, necesito pensar que tengo guardada en mis manos esta certeza, la misma que me muestra cada día y en cada lugar; como en este sueño por donde camino,  el rastro que va creando y dejando nuestra civilización, que es la suma de los grandes esfuerzos de efímeras existencias, el encadenamiento de instantes que el atrevimiento humano tiene a bien considerar como parte de la eternidad misma del Universo.

jueves, 6 de diciembre de 2018

ORDEN INVERSO

No recuerdo con claridad tanto momento escrito en mi piel, ni siquiera reconozco esta letra idéntica que me recorre, su grafía perfecta y atrevida, a veces descarada, que se asoma al abismo desde mi antebrazo.
Tampoco te recuerdo a ti, cuyo nombre me sale al paso cada vez que me miro al espejo y observo este estropicio de cuerpo. Todo me es tan ajeno como mi propia imagen vista ahí; reflejada en ese lado imposible donde los problemas y los objetivos, y el pensamiento, aparecen congelados, inalcanzables, tan alejados de mi realidad; la misma que ahora me anima a no volverme a asomar a este cristal del engaño.
No siento pena, afronto este asunto de mi vida como lo haría cualquier mercenario de la honestidad, pero a veces reconozco que me  voy perdiendo en la justa medida en que tu voz  recién recuperada vuelve a distanciarse cuando cambia su tonalidad hasta hacerse irreconocible para mí.
Tampoco siento miedo; a hacerme viejo y sucumbir poco a poco a la soledad peregrina, a ser olvidado, o a no ser respetado y valorado, o a no lograr ver más allá de mi nariz, o a quedarme sin libertad, y no poder pensar o creer.
Pero sí es verdad que me enfrento a situaciones imposibles; a sueños irresolutos, quizás la más recurrente sea esa en la que me veo sentado frente a hojas en blanco sin saber qué escribirte, qué decirte y contarte, qué confesarte y agradecerte. 
En la lucidez de mi búsqueda, cuando la hallo, los instantes son pequeñas islas de eternidad que me van mostrando el próximo trecho para recorrer. Sigo tus pasos, aun con el eco de tu voz ausente, con el sonido de tus besos acariciando todos mis sentidos, sigo por la línea recta de mis recuerdos, como coordenada sagrada que vuelve a acercarnos en el tiempo, para darle un orden inverso a nuestra inmortal esperanza y empezar de nuevo a ser aquellos jóvenes perdidos que unían sus manos y se cubrían de besos mientras caminaban por donde aún no había camino.
Escribo, para no dejar entrar en casa los malos vientos que envuelven al vencido, escribo para seguir vivo y no dejar al viejo entrar en mí, escribo para tomar impulso y seguir respirando y llenando el pensamiento y mis  pulmones con aire limpio. Escribo para reír.
Escribo por los dos, por estos momentos que son nuestros y eternamente merecidos; como este nombre sagrado que llevamos puesto.